Vivir en una sociedad polarizada: ¿a dónde vamos a parar?
La creciente polarización contribuyó a que Argentina cayera cuatro puestos en el ranking mundial de democracia elaborado por The Economist. ¿Qué podemos aprender de otros países latinoamericanos?
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Según el Índice de Democracia de The Economist, Argentina retrocedió cuatro lugares en el 2023 hasta el puesto 54 de 167 países y es catalogado como una democracia deficiente.
Entre las causas de ese deterioro en la calidad democrática, destaca el creciente grado de polarización entre los diferentes espacios políticos, que se profundizó durante la última campaña electoral para el balotaje.
La crispación social no es algo inherente a la cultura del país y puede revertirse si los dirigentes políticos evitan recurrir constantemente a mensajes de odio y confrontación.
El insulto y la descalificación del adversario, la publicación de listas negras, la utilización del miedo para construir capital político, las chicanas vía redes sociales. Todos son hoy elementos que conforman la caja de herramientas al alcance de los políticos. Recurren a ellas cada vez que necesitan sin dudarlo. El problema es que, lejos de actuar como una llave que permita ajustar algunos engranajes de nuestra democracia, se convierten en una enorme maza capaz de destruir lo que logramos recuperar hace 40 años.
Esta semana se publicó el Índice de Democracia que elabora la revista británica The Economist y se reveló que Argentina cayó cuatro puestos respecto del 2022. Ocupa el lugar 54 en el ranking de 167 países, lo que refleja un retroceso en la calidad democrática de nuestro país precisamente en el año en que se cumplieron cuatro décadas del retorno al régimen constitucional.
Al rastrear los motivos detrás de este deterioro, destaca por su preponderancia la profundización de la polarización entre las diferentes fuerzas políticas. Si bien no es una novedad, este fenómeno se acentuó en buena medida durante la campaña para los últimos comicios presidenciales de este 2023.
“Al amigo todo, al enemigo ni justicia”
Esta probablemente sea una de las frases más célebres del expresidente Juan Domingo Perón y refleja una cultura política que se fue afianzando con el paso del tiempo y que, en el largo plazo, contribuye al desgaste de la democracia. Plantear y presentar ante la sociedad el campo político en términos dicotómicos como si ambos bloques fueran células estancas e irreconciliables no puede hacer más que socavar las bases de un sistema que requiere del diálogo, el debate y la negociación para funcionar.
No se pretende aquí responsabilizar al exmandatario de todo el derrotero que siguió, pues la polarización perdura siempre y cuando haya al menos un actor dispuesto a mantener vigente y renovar la construcción de dos bloques antagónicos. Como bien expresó Antonio Martínez Ron, “aunque es contagiosa, su transmisión no se parece a la de un virus, sino a la de un fuego que debe ser alimentado constantemente con mensajes de refuerzo y confrontación”.
Y el problema es que, en Argentina, todos los días surgen nuevos mensajes que potencian la crispación política y social. La lista negra de traidores publicada por Javier Milei luego de que decidiera retirar la ley ómnibus del Congreso por la falta de apoyo que recibió en la votación en particular tal vez haya sido el punto cúlmine, la expresión más clara de hasta dónde puede llegar la polarización. Sin embargo, está lejos de ser la única manifestación de este fenómeno.
“Aquí está la lista de los leales y los traidores que usaron el discurso del cambio para poder rapiñar una banca. Pasen y vean a los enemigos de una mejor Argentina”, escribió el Presidente en su cuenta de X (ex Twitter). ¿Qué lugar deja un mensaje así para el diálogo y el acuerdo de políticas públicas? De igual modo, ¿qué posibilidad de consenso dejaba y dejan los señalamientos de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y su espacio político contra los presuntos “vende-patria” o las grandes corporaciones que traicionan al pueblo?
Lo llamativo ─y quizás motivo de reflexión─ es que estos discursos continúan traccionando muchísimos votos, incluso en una población que lleva la defensa de la democracia como una de sus principales banderas. En 2011, la exmandataria logró un segundo mandato presidencial con alrededor del 54% de los votos. De modo similar, en 2023, Milei se consagró como nuevo presidente de la Argentina en un balotaje en el que obtuvo el 56% de los votos y tras una campaña electoral donde apuntó duramente y sin filtro contra la política tradicional.
¿Por qué Argentina continúa confiando en un modo de hacer política que dificulta el diseño de políticas, genera gridlocks y socava el régimen democrático por el que tanto batalló en el siglo XX? Aunque haya perdurado por décadas, la polarización con el adversario no es la única estrategia plausible en el ámbito público.
Al otro lado de la cordillera: qué podemos aprender de Chile
El pasado 6 de febrero, falleció el expresidente chileno Sebastián Piñera en un accidente en helicóptero. Por la tragedia que conmovió a todo el país andino, el actual mandatario, Gabriel Boric, decretó tres días de duelo nacional y organizó un funeral de Estado. Dicha ceremonia constaba de una misa en la Catedral Metropolitana, un cortejo fúnebre para que los ciudadanos pudieran dedicarle un último adiós, la despedida del Ejército nacional en el Cementerio Parque del Recuerdo y el velorio íntimo para sus familiares. Sin embargo, lo que importa a los fines de este newsletter son las palabras que le dedicó Boric previo a todas estas instancias.
“No lo conocí de cerca, teníamos una importante diferencia de edad, también formaciones e intereses distintos, pero me tocó compartir con él en su calidad de expresidente de la República y en estas condiciones reconozco y valoro que nunca jamás se restó a brindar ayuda y consejo a pesar de las públicas diferencias que hayamos tenido en el pasado”, subrayó.
A pesar de encontrarse en las antípodas ideológicas del otro, Boric no dejó de reconocerle a Piñera su desempeño al frente de la jefatura de Estado, especialmente en situaciones críticas como el terremoto de 2010, el rescate de los 33 mineros atrapados en la mina San José en el norte de Chile y la pandemia de Covid-19. “Todos estos desafíos los enfrentó con liderazgo y audacia, dos características muy notorias de su persona”, agregó.
Y aprovechó la oportunidad para citar al expresidente de derecha con un mensaje que, tal vez, debería comenzar a interiorizar Argentina tanto a nivel ciudadanos como en los estratos más elevados de poder. “Podemos pensar distinto y es bueno que así sea, pero al mismo tiempo tenemos que aprender a caminar y a construir juntos”, había dicho Piñera. Son palabras de las que, a mi criterio, debería hacerse eco nuestro país para impulsar un verdadero cambio y, a la vez, preservar los valores democráticos y el pluralismo por el que tanto ha luchado.
Abigail Contreiras Martínez
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